miércoles, 28 de octubre de 2009

La España 'corrupta'

España está experimentando recientemente una serie de escándalos de corrupción que evidencian la debilidad democrática a la hora de controlarlos. 


José D. Valero, Madrid.



La mancha de la corrupción se extiende ya no sólo a las comunidades afectadas del caso Gürtel, sino también a Baleares –con el asunto Munar- y Cataluña -con los recientes escándalos sacados del Palau de la Música y Santa Coloma de Gramanet-. Y estos son los recientes, porque mejor no hablemos de los que ya están anquilosados históricamente, como el caciquismo gallego y andaluz, que todavía hoy son una lacra; o el caso de Fabra en Castellón, que casi se podría decir que tiene una suerte de "inmunidad diplomática" porque nadie le puede hacer nada pese a que se conocen de sobra sus corruptelas -¡y encima le toca la lotería!-.


Si ya de por sí la corrupción es un problema además nos paramos a mirar los sondeos electorales, el panorama político español es más aterrador. Recientemente se ha realizado para El País una encuesta de Metroscopia en donde se refleja que el Partido Popular (el partido más afectado por los recientes casos de corrupción) no solo no ganaría las elecciones generales si se celebraran en este momento, sino que ampliaría la mayoría absoluta en el parlamento valenciano, pasando de 54 a 61 escaños. La verdad es que dan de pensar estos datos y es difícil determinar si el problema en España es  todavía una falta de cultura democrática o es que los votantes tienen una miopía política que les impide diferenciar entre “polis y cacos”, porque en todo país democrático que se precie un escándalo de estas magnitudes tendría algún tipo de coste político –por lo menos en las elecciones autonómicas-. De hecho, España tuvo una serie de casos de corrupción bastante sonados ligados al PSOE de Felipe González –como el caso Roldán o los relacionados con los Fondos Reservados- y la población respondió con contundencia en las siguientes legislativas, haciéndole perder después de 14 años gobernando (los tres primeros gobiernos con mayoría absoluta).



Pero, seamos justos con el votante popular valenciano... o mejor dicho más injustos: no todos los populares de Valencia tienen esa miopía política a la que me refería antes. Sin embargo, de esto se deduce que hay gente que conscientemente permite que la estafa y el robo permanezca en panorama político español. Así no es difícil darle credibilidad a la típica afirmación de la izquierda española de “es que la derecha va a votar a piñón”, porque, la verdad, después de este tipo de escándalos, dudo mucho que el votante de izquierdas español estándar se animara a levantarse de la cama un domingo para ir a votar a su partido.


Por tanto, aquí el problema ya no sólo se limita a los casos de corrupción de los partidos políticos españoles –de todos los partidos políticos españoles-. Si no existe una capacidad crítica en la masa de los votantes para penalizar este tipo de comportamientos esta situación va a persistir en el tiempo y hará un flaco favor a la “higiene de la democracia”. Si seguimos dejándonos llevar por la palabra del líder de cada uno de nuestros respectivos partidos, nos estaremos convirtiendo en seres conformistas, en “una oveja más del rebaño”. La generalización de estas actitudes es, posiblemente, lo más cercano que hay en democracia a una dictadura: “nosotros escuchamos al líder, nosotros acatamos”. Aunque siempre cabe la esperanza que el votante sea capaz de hacer autocrítica y probar “cosas nuevas” a la hora de votar.





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