miércoles, 18 de noviembre de 2009

Una exposición decadente para una profesión decadente



La esperada conferencia “¿Han muerto los periódicos? ¡Viva el periodismo!” realizada en la Universidad Carlos III el 3 de noviembre se convierte en una especie de “quiero y no puedo” por parte de los organizadores.



José D. Valero Cabrejas





La comunicación, y más concretamente la comunicación pública, es uno de los pilares sobre los que se sustenta no sólo la publicidad de los partidos políticos, sino también una población informada que sostiene el juego democrático. Puede decirse que, en parte, el periodismo es una de las bases de la pervivencia de la propia democracia, y su crisis (por lo menos en el plano impreso) es un nuevo reto con el que han de lidiar los países desarrollados.

Si bien la publicidad de la conferencia presagiaba un acto de alta calidad, en donde se ahondaría en temas políticos y de comunicación de gran calado, la realidad ha sido bastante distinta. La conferencia, organizada en Getafe por la delegación Paseet (Periodismo y análisis social: evolución, efectos y tendencias) de la Universidad Carlos III de Madrid, empezó con buenas perspectivas pero fue descendiendo en intensidad, e incluso hubo tramos en los que se parecía más a un espectáculo cutre que a un foro de debate y conocimiento entre los asistentes y los ponentes.

Aunque en el comienzo se expusieron ideas interesantes sobre la disciplina periodística no dejaron de ser un espejismo de lo que iba a ser la tónica general de las mesas del resto del día. La primera en hablar fue Mª Pilar Diezhandino, eminencia dentro de la teoría de la comunicación mediática, de la que se puede destacar una idea fundamental que se repitió durante toda la conferencia: “el periodismo es la reserva de calidad en la información, como orden al desorden de la Red.

Continuó la introducción Pilar Carrera, directora de estas jornadas, que, sin embargo, no aportó nada nuevo, sino algo que conoce desde hace tiempo: “el periodismo no se puede abordar sin tener en cuenta al resto de actores que rodean la actividad informativa: el periodismo como servicio público frente al periodismo como empresa”, y continuó con el cliché de “el periodismo es el baluarte de la democracia”.

Tras la intervención de Pilar Carrera, la introducción la cerró Gumersindo Lafuente, que aunque habló profusamente del cierre de su empresa, Soitu.es, aportó alguna interesante para el debate entre los asistentes. En los últimos años hay una búsqueda de acomodo en el periodismo, que conlleva a una pérdida de creatividad en la profesión”, “se está experimentando en el periodismo un proceso creciente de desintermediación” o la Red no es el enemigo, sino el futuro del periodismo; el periódico clásico se está extinguiendo” fueron algunas de sus afirmaciones, claras y contundentes, que salvaron el inicio de la conferencia.

La primera mesa, compuesta por Mario Tascón (editor de Dixi Media), Adrián Segovia (Prisacom) y Rosalía Lloret (Directora de medios interactivos de RTVE), esta se caracterizó más por ser una clase magistral entre profesores y alumnos, en donde el ponente “vomitaba” contenidos y los asistentes los “tragaban”, que algo novedoso para el debate interno del periodismo. Esta parte de la conferencia se centró en el análisis de la publicidad y los mecanismos de control de audiencias sobre los grandes medios españoles, aunque limitarse a leer tres presentaciones desde luego no ayudó mucho a los asistentes a hacerse una idea clara de ambos conceptos. Lo único que se puede destacar de esta mesa surgió en la ronda de preguntas, donde se le prestó importancia a los efectos de Google sobre el periodismo y las nuevas formas de publicidad en los grandes medios de información españoles, fundamentalmente la publicidad invasiva.

Tras el descanso dio comienzo la segunda mesa, que fue sin duda la más despreciable de toda la conferencia, donde los ponentes Carlos Chaguaceda (Coca-Cola), Rosa Menéndez (Telefónica) y Rodrigo Pineda (BBVA) se limitaron a realizar una propaganda cutre de sus propias empresas, sin tener en cuenta en absoluto la intención última de las conferencias. Además, el grado de desprecio de los ponentes, y sobretodo Rosa Menéndez, con respecto a algunas preguntas incómodas de los asistentes, no dejaron de constatar la pésima calidad en la selección de los ponentes.

La comida sirvió como aliento a lo que hasta ahora habían sido unas jornadas insípidas e insustanciales para los asistentes, pero tras esta poco cambiaron las cosas. La tercera mesa estaba compuesta por Luis Arroyo (Presidente de Asesores de Comunicación Pública), Alberto de las Fuentes (Dircom de la ONG Plan) y Daniel Ureña (Director de Mas Consulting Group) y se trató el tema de la comunicación institucional. Al igual que en el resto del día, poco se puede destacar positivamente de estas intervenciones. Mismas formas, más presentaciones y mismos objetivos, es decir, explicar poco o nada el objeto de la mesa o hacer propaganda de la empresa. Lo único destacable fueron las siguientes afirmaciones lanzadas por Luis Arroyo: “Internet es una puerta abierta a la manipulación sin dejar rastro” o “los partidos tienen miedo de la interactividad con las bases sociales: no hay una cultura política de ‘escuchar al público’”. Como en las anteriores, la sensación entre los asistentes fue de que “podía haber sido algo más”, sobretodo con un tema tan presto a debate como es el de la comunicación institucional.

Por último, la última mesa de las jornadas, presidida por los ponentes Fernando Encinar (Idealista.com), César Calderón (Lasideas.es) y Ángel María Herrera (Bubok.com), se abordó, parcialmente claro está, el tema de las iniciativas digitales. Si bien se realizó en poco tiempo, esta última mesa fue más prolífica que las anteriores, y los ponentes lanzaron afirmaciones muy interesantes. La tendencia general de esta mesa era la de ensalzar Internet como la nueva puerta para el periodismo, como gran almacén de contenidos y de posibilidades para la creación de un nuevo mercado de trabajo. Lo más significativo fue el ultrarrealismo de los ponentes, que se alejaron de las típicas afirmaciones idealistas respecto al periodismo, afirmando A. Herrera que “era necesario pensar de forma diferente y en la pasta para triunfar”, o C. Calderón con “este es un tiempo perfecto para gente con agallas. Internet abre la puerta para crear nuevos ciudadanos”. Las jornadas con terminaron así con una frase agridulce de A. Herrera, afirmando que “es en los medios tradicionales donde hay dinero, pero es en los digitales donde hay futuro”.

En resumen, podemos decir que las jornadas fueron pobres, limitadas en contenidos y con personalidades que, si bien tenían renombre, no sabían expresar las cuestiones sobre las que habían venido a hablar. Además, si le unimos la falta de respeto a los asistentes, con la repetida frase de “esto está tan lleno por el crédito de humanidades” de los ponentes, no tiembla el pulso al afirmar que las jornadas fueron una pérdida de tiempo que bien se podía haber invertido en cosas mucho más interesantes y constructivas. Lo único que quedó tras está conferencia es un vacío y un desaliento importante entre los asistentes.






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